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En la India, la «hora del cacahuete» sustituye a la sesión de psicoanálisis. Las mujeres terminan su trabajo alrededor de las tres, salen, con las charpois, aquellas camas para el exterior y comen cacahuetes. Hablan acerca de los problemas de cada una. Y sus problemas son tan privados que yo no peudo reproducirlos. Se ayudan la una a la otra y se aconsejan mutuamente. ¿Quien puede ser mejor consejero más que tu propio ser? «¿Cómo está tu marido? ¿Que tal anoche? Veo una marca morada en tu frente, ¿te pegó o te caíste?» Examinan, psicológica, razonable, invocatoria y provocativamente, toda la situación.

Las mujeres de los pueblos utilizaban el chisme como una red de espionaje y como una forma de asesoramiento personal. La información confidencial les ayudaba a administrar el pueblo, a actuar con inteligencia antes las payasadas de los hombres, a crear cohesión y a ayudarse unas a otras. Lo llamaba «la hora del cacahuete».

La función positiva del chisme femenino – cuando se hacía con conciencia y discreción – era, primero proporcionar un sistema de alerta y protección y, segundo, propiciar ocasiones para resolver conflictos internos antes de que se convirtieran en crisis. Esto era una forma de mantener una situación contenida y satisfactoria.

Date cuenta de los conflictos, identifícalos y resuélvelos antes de que se conviertan en conflictos más duraderos y peligrosos, sobre todo entre personas. Hay un bello shabad, el cual capta un setimiento positivo y una verdad acerca de la talla creativa de una mujer. El shabad resuelve el conflicto interno de una mujer e, incluso resuelve los conflictos de los hombres con las mujeres. Se trata del shabad «Bhand Jamee-ai»

Yogi Bhajan

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